Por: Juan Martín Caicedo para el periódico El Tiempo.
El pasado mes de mayo, en medio de los días más aciagos del paro nacional, el país recibió una noticia reconfortante: la adjudicación del primer proyecto de las denominadas concesiones del Bicentenario o 5G. Se trata de la ‘Malla vial del Valle’, una iniciativa cuya inversión será nada menos que de 2,4 billones de pesos y que pretende construir, rehabilitar y mantener 310 kilómetros de vías en los departamentos del Valle del Cauca y Cauca.
Para el sector de la infraestructura, y por supuesto para el país, el anuncio no solo cayó como bocanada de aire fresco en medio del asfixiante ambiente económico, social y político que se respira por estos días, sino que, además, significó el despegue de un ambicioso programa que, como el 5G, busca integrar entre sí los diferentes modos de transporte: carreteras, aeropuertos y ferrocarriles, así como puertos marítimos y fluviales. La apuesta es tan audaz como estratégica, si se tiene en cuenta el enorme impacto que tendrá en materia de competitividad, conectividad y desarrollo. Asimismo, serán las concesiones del Bicentenario el caldo de cultivo propicio para gestar los primeros pasos de la tan anhelada revolución logística que demanda el país.
Es cierto: las 5G van en la dirección correcta. Así lo confirman, además de los asuntos ya mencionados en relación con la ‘Malla vial del Valle’, los necesarios avances que viene dando el proyecto de recuperación de la navegabilidad del río Magdalena. Una iniciativa público-privada –también incluida dentro de las concesiones del Bicentenario– con inversiones por 1,4 billones de pesos y una duración de 15 años. Su eje central plantea la necesidad de habilitar este corredor fluvial para conectar de manera eficiente la costa Caribe –desde Bocas de Ceniza– con el puerto de Barrancabermeja. Una vez concluida la megaobra, las aguas del río estarán, a lo largo de 668 kilómetros, dispuestas para aumentar y diversificar las cargas que se mueven hoy por hoy sobre su caudal.
El proyecto avanza a pasos de gigante en su etapa de estructuración. Tanto que sus aspectos jurídicos, técnicos y financieros ya están consagrados y avalados por el Ministerio de Transporte, así como justificados en dos documentos Conpes: el de ‘Política nacional logística’ y el de ‘Expansión portuaria’.
Ahora, para que la iniciativa del río siga ‘navegando’ dentro de los tiempos proyectados, resta tan solo la aprobación que, en este mes de junio, deben dar el Ministerio de Hacienda y el DNP, en aras de garantizar el compromiso de las vigencias presupuestadas. Así las cosas, dar luz verde a semejante propósito se constituye en una oportunidad de oro para que el Gobierno, en medio de la crisis que atraviesa el país, desbloquee la esperanza que por décadas han abrigado los colombianos en procura de ver altivas, de nuevo, las aguas de un río cuya vocación no es otra que la de servir de corredor estratégico de transporte.
La APP del río Magdalena será, sin lugar a dudas, una de las herencias más valiosas que, en materia de infraestructura, podrá dejarle la actual administración al país. Su gran impacto en el crecimiento económico, a través del intermodalismo fluvial, redundará en una nación más moderna, interconectada y que, seguro, se pondrá a tono para enfrentar los no pocos desafíos que imponen el comercio interno y el exterior.
Apostilla: en medio de las dificultades que han tenido que enfrentar las concesiones del país, por el vandalaje y los bloqueos, nuestro mensaje solidario con cada una de ellas es irrestricto. Son empresas que, día a día, ponen todo su empeño, su experiencia y su capacidad para construir un mejor país.