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“El Estado no puede hacer infraestructura sin el sector privado”

Felipe Gonzalez

Por: Carlos Enrique Lora, editor general de Infraestructura & Desarrollo y director de comunicaciones de la CCI. 

Infraestructura & Desarrollo: Existe la percepción -ligera, valga decir- en el sentido de que la ejecución de proyectos de infraestructura se limita a la frialdad de los planos, los hierros intrincados, el hormigón, el asfalto… Pasan por alto algunos, sin embargo, que tras las obras de esta naturaleza se desprende un enorme impacto social. Puntualmente, ¿cómo el desarrollo de infraestructura ha impactado para bien las políticas sociales de España? 


Felipe González: Durante los 10 primeros años de mi gobierno, desarrollamos un plan de infraestructura que hacía referencia a las comunicaciones. Es decir, no se puede gobernar ni desarrollar un territorio si este no está comunicado, si le faltan carreteras o vías de acceso. 


Por eso nos dedicamos una década a ordenar el territorio sobre el cual gobernamos, buscando mayor igualdad y justicia social. Estos elementos de comunicación son absolutamente fundamentales para cualquier política social.
Es importante recordar que, además de esa cohesión social, el desarrollo de infraestructura genera empleos a corto y largo plazo (en la etapa de mantenimiento), lo que produce sin duda oportunidades de desarrollo. Para nosotros eso fue primordial durante unos años, y todos reconocen que físicamente, España cambió cuando se hizo ese plan de infraestructura. 


Debo añadir que no es posible hacer esto, solo con la capacidad financiera del Estado, pues se debe estudiar muy bien la cooperación público-privada y de esa forma conseguir que las obras lleguen hasta los últimos rincones del país.

I&D: Ya que menciona la cooperación público-privada, en Colombia la participación del sector privado en el desarrollo infraestructura ha sido fundamental. Quedó demostrado que el matrimonio entre el Estado y los privados ha permitido superar un rezago histórico en la materia. De cara a la llegada de un nuevo gobierno, ¿debe Colombia seguir apostándole a ese modelo?


FG: Puede haber nuevas variantes, pero la sustancia del modelo es la misma. Es decir, si pensábamos que el Estado está en capacidad de abordar los inmensos desafíos y las grandes oportunidades que tiene Colombia solo, nos estaríamos equivocando, por tanto, tiene que haber una conciencia pública de gobernante y privada, con una perfecta cooperación, porque en realidad Colombia tiene un gran desafío. Además, de avanzar en el proceso de paz, se debe conseguir que la red de distribución del ingreso sea más equitativa para las personas y sus oportunidades.
Lo anterior, es una función del Estado, pero es también una toma de conciencia de los privados. Donde el Estado no es capaz de llegar, tiene que haber una capacidad de cooperación y de integración, para que esa redistribución del ingreso les dé oportunidades a todos los colombianos. 


I&D: ¿Por qué la infraestructura debe entenderse como una política de largo aliento que trastienda a gobiernos de turno?

FG: Un país tan inmenso como Colombia, con una de las mayores biodiversidades del mundo, tiene zonas enteras que no son cultivadas, -probablemente algunas no cultivables-, pues lo lógico es que haya proyectos de muy largo plazo. 
Recordemos solo cuando se firmaron los acuerdos de paz y se previeron planes de desarrollo, se anunciaron para cuatro o cinco períodos presidenciales. Ahora, pensemos en los proyectos de infraestructura, cuando se empiezan a desarrollar se conoce que la continuidad pertenece a otro período gubernamental, entonces, en eso debe existir una estrategia política con un alto nivel de consenso, para cubrir los objetivos en el mediano y largo plazo. 


I&D: En la medida en que los territorios apartados y afectados por la violencia puedan integrarse mediante nuevas infraestructuras, en esa misma medida se construyen comunidades más cohesionadas y pacíficas. ¿Por qué la infraestructura se convierte en pieza fundamental al momento de consolidar la paz? 


FG: Uno de los grandes desafíos de Colombia es que el Estado esté presente con su servicio en todo el territorio. 
Todo territorio que permanezca durante mucho tiempo aislado es mucho más fácil que sea controlado o sometido a actos de violencia. Y cuando hablo del Estado, no hablo solo de la presencia de la policía y de las fuerzas armadas, hablo de presencia institucional, que llega a cualquier rincón, una escuela o servicio público, autoridades políticas, etc. 

I&D: Para nadie es secreto el hecho de que la infraestructura es generadora de empleo, así como bastión de desarrollo, conectividad y competitividad. Así las cosas, ¿qué peso debería tener la infraestructura dentro de las políticas de crecimiento económico de los países latinoamericanos y puntualmente de Colombia?


FG: Colombia es un país del que siempre hemos hablado. Una tercera parte del territorio está conectada y el restante o no lo está, o tiene muchas dificultades de conexión. Esto también es el resultado de un conflicto prolongado, durante el cual los accesos estaban extraordinariamente limitados a zonas enteras y en los cuales no había presencia del Estado. 
Si uno quiere gobernar un territorio, lo tiene que conocer, y para conocerlo, debe tener accesibilidad y conectividad, de lo contrario, no se conoce el paisaje, ni conoce al paisanaje, no se sabe sobre lo que está trabajando. 


I&D: Queda en evidencia que usted es un convencido de que la cooperación entre el Estado y el sector privado es fundamental para el desarrollo de la infraestructura. ¿Qué consejo le daría al presidente Gustavo Petro para que no desconozca las virtudes del ‘matrimonio’ público-privado?


FG: Yo no puedo darle un consejo al presidente Petro. Creo que ha tomado algunas decisiones que me parecen positivas, incluso desde el punto de vista de la reforma fiscal. Tiene trazadas unas líneas de actuación que son muy compatibles con la economía que se espera del siglo XXI, incluso en el tema del cambio climático, por lo que me reservo dar consejos. Puedo dar mi opinión con base en mi experiencia, pero no por lo que he hecho, sino por lo que queda por hacer, por lo que haría cambiando las circunstancias. Por tanto, mi opinión la doy con prudencia, pero no quiero figurar como consejero. ¿Quién soy yo para aconsejar?